Entre el cielo y la tierra

Lucas Ocampos cae dentro del área y el árbitro chileno Roberto Tobar cobra penal para la Selección Argentina. Está Lionel Messi en cancha, sin embargo, la estrella del Sevilla cree tener los avales suficientes para terminar lo que empezó. El capitán ya tiene la pelota en la mano, pero él igual va y le pregunta, así, como si Messi tuviera presión, como si no se animara o dudara. “¿Lo pateas vos?”. La cámara de la transmisión lo capta perfecto.

Hay un momento en la vida de las personas en que cada decisión que se toma es correcta. Todos pasamos o pasaremos por esa instancia alguna vez. Es un periodo de gracia, normalmente un tiempo limitado, pero no por eso corto, en que la mente casi no se da cuenta ni evalúa las consecuencias de las opciones, sólo actúa y acierta. La cabeza de Ocampos se encuentra en ese momento. Y su personalidad es tan fuerte que hace cosas que sorprenden al resto.

Pedirle el penal a Messi no fue un acto de rebeldía contra el capitán del barco sino de respaldo. Para que sepa que atrás hay otros que también están dispuesto a poner el pecho y que no es necesario que reciba todas las balas él. Para que juegue con menos peso en la espalda que los últimos 10 años. Porque un penal contra Ecuador no es nada cuando hace semanas le metió uno a Manuel Neuer en la final de la Supercopa de Europa sin siquiera mirar la pelota o el arco.

No seamos ingenuos, al del Sevilla le hubiera gustado marcar en su debut oficial con la blanquiceleste. No hay dudas. Sin embargo, su inconsciente procesó más que el deseo. Porque, en realidad, su pregunta fue el más generoso y humilde acto de compañerismo que se vio en la selección en los últimos años. Porque Ocampos viene a mostrar que los jugadores ya no se ocultan atrás de la figura del mejor jugador del mundo, sino que están a su lado, que son un equipo a pesar de que en la faceta futbolística estén lejos de eso.

Messi llegó a Argentina tras su disputa e intento de salida del Barcelona. Lo que siempre fue su casa hoy es un lugar incómodo de transitar. La pregunta del extremo fue un abrazo para que sintiera que la selección es su nuevo hogar, el que antes no era. Fue llegar en pleno invierno y que te estén esperando con un té caliente y una manta. Ninguna de las figuras previas, que crecieron a la par de Lio, le hubieran disputado el penal. La desfachatez de Ocampos humanizó al Dios y lo puso al mismo escalón.

Los sabios budistas sostienen que hay una distancia casi imperceptible entre el cielo y la tierra. Dentro de la cancha, con sólo tres palabras, el debutante la achicó aún más.

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